Una chica normal de su generación

Dicen que la infancia marca para el resto de nuestra vida. Muchos de los miedos o traumas acostumbran a tener sus raíces en experiencias de la niñez, según explican psiquiatras y psicólogos. Si un experto en la mente me analizara quedaría claro que mi altura fue mi particular trauma infantil: me hacia sentir diferente al resto de las niñas de mi clase, era pésima en el deporte, los adultos me trataban como alguien más mayor por mi apariencia y los chicos que me gustaban no crecían.

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De todo aquello ya queda poco, casi nada, sólo un aspecto todavía me incordia: existen pocos hombres altos. A los pocos hombres altos de nuestro país se suman los pocos hombres que están a la altura (requisito todavía más importante) y de un modo asombroso las probabilidades de encontrar alguien interesante se minimizan. Una parece estar abocada a la soltería de por vida, porque si algo tengo claro es que es mejor estar sola que mal acompañada.

Estos días he pensado mucho en la infancia y los niños. Desde el pasado jueves por la tarde, he estado en un pueblo de Tarragona, en la casa de una amiga, para disfrutar del sol y la playa en mis últimos días de vacaciones. Sí, justo el jueves y el viernes que Tarragona y alrededores era portada mediática por un diluvio universal, yo estaba allí pretendiendo ir a bañarme. El sol, el chiringuito y la playa tuvieron que esperar hasta el sábado, así que me empapé del mundo de los niños (inexistente actualmente en mi vida), con los sobrinos de mi amiga que pululaban por la casa de sus abuelos a la espera del buen tiempo.

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Viendo dibujos animados con dos de sus sobrinas empezamos a hablar de la televisión que nosotras (en versión infantil) consumíamos a finales de los 80 y a principios de los 90. Quedamos horrorizadas. Con mi mentalidad y bagaje intelectual actual, pensé qué poco educativos, machistas y pedagógicos eran los dibujos o programas que me encantaban de pequeña. Con mi lectura inocente de todo aquello, no me daba cuenta de muchas cosas.

Uno de los iconos infantiles de nuestra generación fue Xuxa, quien anteriormente había protagonizado películas eróticas y había sido un sex-symbol en Brasil. Quizá era un anzuelo para que los padres (machos) –absorbidos por sus responsabilidades profesionales– pasarán más tiempo con sus hijos. Yo era una fan de Xuxa. Me compré sus discos y sus chanclas; no me perdía el programa los domingos en Telecinco, quería ir a la Casa de la Guasa, aplastar un pastel en la cara del equipo contrario e imitaba a Xuxa imaginándome en un programa similar llamado Isa Park. En el fondo Xuxa es el icono infantil más soft, porque cuando pienso en Leticia Sabater con los niños y en el canal cultural de la televisión pública…

Supongo que la televisión también nos preparaba para la dureza de la vida real. Si no es así me cuesta entender que tres de las series más míticas de esa época fueran culebrones dramáticos, lacrimógenos y muy crueles para los niños: Heidi, Marco y Candy. A Heidi su abuelo no la quería, su mejor amiga iba en silla de ruedas, su mejor amigo tenía que trabajar como un adulto y la Señorita Rottenmeier la encerró en un sótano sin apenas comida. El pobre Marco se pasa su infancia buscando a su madre, mientras que Candy era huérfana, maltratada por su familia de acogida y por una chica celosa por su historia de amor.

Después de tanto drama hacia falta un poco de violencia para hacernos personas competentes de la mano de Bola de Dragón o Bola de Drac para los que la vimos en TV3. Artes marciales, sangre, golpes, hombres lobos, una estirpe familiar dedicada a la lucha y unos personajes malísimos (la mayoría de los cuales acababan siendo buenos) nos deleitaban de pequeños. En cierto modo, también había mucho realismo en todo ello, una preparación para el mundo laboral, porque yo he recibido alguna bofetada y puñalada dolorosa en el trabajo.

No sólo la violencia estaba presente en nuestro imaginario infantil, también el sexo. Al Follet Tortuga /Maestro Roshi le salía sangre de la nariz o le caía la baba, cuando veía tías buenas, con las que se perpetuaba esa imagen de mujer de medidas perfectas que tantos desordenes alimenticios ha generado en las adolescentes. Bulma era otro personaje cuya esbeltez era poco realista (se nota que la creó un hombre pensando en su ideal de belleza), sólo su inteligencia correspondía a la realidad.

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Otros pervertidos en la programación infantil eran de la serie que llamábamos erróneamente Arale, el Doctor Slump, que olía las bragas de su amada o de cualquier chica sexy; o Chicho Terremoto que levantaba la falda de las chicas. Ahora Chicho se decepcionaría porque llevamos sobre todo pantalones.

A mis padres nunca les había hecho gracia Bola de Drac o El doctor Slump y ahora de mayor les comprendo. Tampoco me gustaría para mis hijos. Sin embargo, una serie que a simple vista parece inofensiva, mis padres así lo creían, con los ojos de adulta me ha parecido no tan blanca o al menos nada acorde a la mentalidad educativa actual. Me refiero a Tom y Jerry que se dan golpes y porrazos y se persiguen con martillos o pistolas en mano. Además de aparecer fumando sin tener en cuenta las zonas de fumadores y su público infantil.

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A pesar de ello, aquí estoy, con una vida normal, como el resto de los de mi generación: precariedad laboral, relaciones efímeras, chicos con pánico al compromiso, sueldos que no llegan ni a los 1.000 euros, cumplir los 30 años con una perspectiva de futuro y oportunidades bastante negras… Vamos, que soy una chica corriente del siglo XXI en nuestro país, que como todos veía Xuxa Park, Bola de Drac, Arale, Tom y Jerry…

3 Comments

  1. 26 agosto, 2014  10:15 by Beatriz

    Jajajajaja! Que identificada con lo de la alta de la clase. Recuerdo esa filita para entrar y que sobrasalía, yo y solo yo, como le rogaba a mi madre "mamaaaa no quiero crecer más" y que cierto es , eso de que pocos hombres te superan en altura, y más cuando te pones algo de tacón...en fin, también digo que prefiero tener cierta altura a ser un tapón de alberca, las cosas como son...

    Buen martes Isa,

    Un saludo,

    Bea

  2. 26 agosto, 2014  10:16 by Beatriz

    Por cierto!! siempre he odiado Heidi...que serie más pastelosa y tonta, al menos para mí, eso sí, de Chicho Terremoto era superfan.

  3. 26 agosto, 2014  11:24 by Isa Pi

    Lo de ser alta me "amargo" la infancia... pero ya pasó!!!!Veo que no era la única, esto es un alivio!!!!! Ya digo yo que tendré que ir a vivir a Dinamarca para encontrarme con un hombre de altura! A mi Heidi me encantó (debo reconocer que lo pastelón me enganchaba, me pasó lo mismo con Candy) y Chicho Terremoto lo veía más con mis primas porque a ellas les encantaba. Gracias por el comentario. Buen martes Beatriz!!!

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